Septiembre, mes de la COSECHA DEL ARROZ en la Albufera
Aún quedan algunos labradores con los que compartir la transformación que ha sufrido el cultivo del arroz en los últimos 50-60 años. Lejos quedan aquellas jornadas largas y maratonianas de siega del arroz a mano; cuadrillas de jornaleros procedentes de diversas zonas de Valencia y alrededores, dormían en barracas, graneros y pajares repartidos por el marjal, lejos de sus familias y allegados durante una larga temporada. Una vez en la faena, algunas veces, tenían suficiente fuerza como para rebelarse y pedir un aumento de su jornal, antes de seguir con sus labores, con el peligro de que “el amo” perdiese la cosecha.
Cuentan que unos 12 hombres podían llegar a segar 1 hectárea diaria. Estaban completamente organizados. Cada uno de ellos desarrollaba un papel distinto. Aparte de los segadores, había personas encargadas de desbarbar, o cortar parte de los tallos de las plantas segadas. También estaba quién se ocupaba de sacar las gavillas de arroz del campo mediante tablas de garbejar (especie de trineo deslizante sobre el barro) tirada con la ayuda de animales: caballos, mulas, etc… Una vez en la orilla, las gavillas se pasaban a las barcazas que transportaban el arroz a las eras dónde se trillaba (se separaba los granos de las plantas). Y no olvidemos dos faenas muy importantes: la del aguador, imprescindible en una tarea tan dura como la siega manual del arroz; y la del ranchero, o persona encargada de preparar la Paella, el all i pebre, o cualquier otro guiso tradicional de la zona.
Todo aquello pasó a la historia, las primeras cosechadoras que llegaron a la Albufera, se probaron en el Tancat de l’Estell de Arroz Tartana en El Palmar y en la Finca de El Saladar en Sueca, dos cosechadoras alemanas dispuestas a mecanizar el método de siega que se había llevado a cabo tradicionalmente en la Albufera desde la conquista de los árabes en el 711 d.c., dónde éstos introducen el cultivo del arroz en Europa por primera vez. Actualmente, la siega manual no se ha perdido del todo, Arroz Tartana sigue cosechando a mano las orillas de los campos dónde no alcanza la máquina de cosechar.
Todos los arroces, dicen si hay alrededor de 100.000 variedades en el mundo, se deben cosechar con la humedad que les corresponda para garantizar su máxima calidad gastronómica. Ahí entra la pericia del labrador, para saber cuándo es el momento ideal para segar. Del campo, el arroz se lleva al secadero. La forma tradicional se realiza de forma natural extendiendo el arroz en la era, y con la brisa del Mar Mediterráneo. Industrialmente, se realiza con una secadora mecánica. Un secado adecuado, garantiza la calidad del arroz a la hora de cocinarlo y degustarlo. Una vez seco el arroz, el fruto y sudor del agricultor de toda una campaña, queda almacenado en los graneros para su venta.
Artículo redactado por Juan Carlos GALBIS -Maestro de maestros arroceros-, José ZAFRA, -apasionado de los arroces- y Juan Valero -Gerente de ARROZ TARTANA-.
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